Vivía en un paisaje de colores veraniegos
Estrambóticos sonidos, carcajadas de caipirinha
Monoï de prestado olor a paraíso
Menús de fiesta en arroces bañados.
El decorado ha cambiado.
Las sombrillas dejan paso a los paraguas
que tiñen la arena de su deambular solitario
de colores de surtido más escaso en paleta de ocaso.
La melancolía toda fresca, ella, recién estrenada,
pasea sus faldas de nubes, corrientes, redondeles
y capricho.
Se estiran los recuerdos, se acortan las noches
Y crecen los deseos de abrazos y sensaciones en fuertes.
Se estilan las sopas, las mantas y las películas.
Los poemas visten sus botas de láminas de sombras.
Los árboles se ríen de su descanso y del alborozo
pierden su manto preparándose para el invierno.
La mar, ahora, escupe las cremas, las quejas, está
demasiado sucia, demasiada medusa, demasiado fría
Se limpia, a sí misma, en su ciclo de remover la vida propia
Escupe su espuma comiendo las orillas a boca plena,
Devuelve a las corrientes, el color de la tierra
cambia la gama cromática a olas Casagemas.
La noche envuelve al día y la sonrisa eterna es interna
siempre mirada, siempre sorpresa, siempre abrazo.
Se puede crear desde el grito sin irrumpir en desgarro, lo siento.
Y busco, oteo y encuentro, mi mirada se queda en alto.
El faro, inmutable, sonríe, saluda -sin sopor- sosteniendo ecuánime
La vorágine del viento, bailes, cócteles de letras, pinceladas de Ítacas,
Maestría en el arte de devolver, la luz para no perder.
Se mantiene erguido y firme con su luz siempre presente.
El papel se torna barco en medio de la tormenta, los sombreros
de duda mudan en hojas de acebo, afiladas mas imperecedero
Ímpetu del tiempo en esfera animista, todo nada o nada.
#mujerdepalabra
Arte: Alexandra Valenti
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