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Llevo tu camisa abierta y miro por la ventana la sequedad de la ciudad. Los techos apuntan a un cielo azulado de aura con franja gris. Como todo centro urbano, en la velocidad de la soledad se oprimen los pulmones de los que aún sienten el mecer de la mar o la caricia de los álamos aún por verdecer. 

Mi cuerpo se enfría desprendido del tuyo. Volverás pronto, la puerta abierta es testigo de que te espero. Abrazo mi propia piel que huele a tus manos, el calor primero volverá con el agua, el fuego siempre chispea líquido cuando bailamos juntos. 

Abajo, los transeúntes dejan en sus pasos estelas de sus sonrisas. Arriba, la inmensidad de los sueños crean sinfonías en acordes pensamientos. Nadie los ve, aunque estén. Cada voz interna se vuela y junta con las otras miles de voces silenciosas que se piensan. Tal vez ese gris que cubre la primera capa de la ciudad no sea más manifestación que la densidad del silencio contenido, eco de voces del anhelo amordazado. 

¿Acaso el silencio no es en sí la imposible puerta para percibir más allá del laberinto? ¿Cuánto de lo que hay aún no percibimos?

La puerta se abre sobre el sonido de las teclas. Has vuelto y el tiempo da vueltas. El sol paseará por la ventana sobre los techos que apuntan más allá de las alas de lo perceptible. Mientras tanto, nosotros seremos el abecedario del amor que se alimenta del afecto y descansa en el abrazo. Miraremos el cielo ya oscureciendo y seremos plenos en los silencios llenos de nuestros ojos abiertos. 

Comprender es una llama fugitiva que perseguimos siendo juntos. Dos amadas soledades que se sienten y reconocen en los recovecos de sus valores. Así todo gris se vuelve paisaje por pintar, todo verde lugar de amor y la mar horizonte donde nuestras camas se deshacen día a día. 

La noche cae sobre tu camisa que observa nuestra fragancia desde el suelo. Ahora desnuda no he vuelto a sentir frío, respiramos el tiempo que sorbemos espacio. 

Las flores en nuestro pecho embriagan el cuerpo de los sonidos. De los pétalos deshojados, quedan el tallo y la tierra. En nuestro tálamo hay un río, el sol y la luna, un nogal que nos cobija y una sábana de suave hierba. El lugar no importa, somos entero mapa, nuestra dirección sentido, nuestra morada enteramente dicha.

#mujerdepalabra

Arte: Lara Lars