“Cuando tengamos mil años, estaremos muertos, pero estaremos muertos juntos. ¿Verdad que sí?”
Quiero deletrear la ancha belleza de tu fuerza, la valentía de tu corazón, la hondura de tu sentir, la altura de tus deseos.
Quiero pintar el tiempo de nuestros instantes para que cuando crezcas y tu coraza se haga más fuerte para sobrevivir en este mundo de adultos, recuerdes, vuelvas a sentir cómo creciste siendo árbol robusto de oleajes marinos.
Quiero acariciar tu crin y tu mirada con mi abrazo ancestral y acompañar tus pasos para que seas tú, tú mismo en toda circunstancia.
Y por eso vengo a contar hoy cómo cumples tu palabra de una manera asombrosa.
A veces, pierdo la paciencia, mi amor. A veces, aprendes a jugar las reglas del mundo y yo soy el espacio donde mora tu rabia, soy tu sangue sabur -tu piedra de la paciencia- y, a veces, me olvido de ti y me rebelo.
Hoy me decías, “te tienes que perdonar cada día”. Así, como quien mira la luz reflejada en una gota de rocío, desde tu pequeña estatura y tan majestuosa aún completa conciencia. Te lo mereces, me lo merezco.
Hace unos días, después de un silencio compartido me miraste y…
– “Las cosas van a cambiar”
– ¿Te refieres a tus enfados conmigo?
– “Sí”
– ¿Ah sí? ¿Cuándo, mi amor?
– “Hoy mismo. Ahora.»
– …
– «De hecho ya han cambiado.”
Con mi visión desconfiada de adulta te abracé y recé un dios invisible para que fuera cierto. Porque hay ciclos que se hacen largos cuando veo tu ceño fruncido, tus puños cerrados, tus llantos de impotencia en mi-tu espejo.
La varita mágica no la tiene nadie en mano apuntando hacia fuera. Aunque me gustaría tantas veces poder usarla para borrar las penas, las dudas, las heridas, no solo tuyas sino de la humanidad.
Me dices siempre que yo soy la que detiene la magia, mas si es así, la aprendo de tu mirada. Es un lugar íntimo que crece con el latir del corazón en amor entregado. Y tú, me demuestras cada día que es posible cumplir nuestra palabra cuando permitimos el cambio.
Me sorprendes, siempre. ¿Hay acaso amor más alto?
“Maman, cuando tengamos mil años, estaremos muertos, pero estaremos muertos juntos. ¿Verdad que sí? Y para vivir más de cien años tenemos que irnos a vivir ya a un bosque, sin humo, sin plástico, sin cosas que nos maten”
Bueno, cariño, vivir en un bosque ayuda, porque es una vida más saludable, pero no nos asegura vivir más de cien años. Tu amigo S. te lo dijo ayer pero no es del todo cierto.
“Maman, ¿cómo hacemos cuando escuchamos dos ideas que no dicen lo mismo? ¿Cómo sé cuál es verdad?” Alzas tus pequeños hombros tocando el cielo de la comprensión.
Cariño, vas a vivir muchos momentos en los que descubras que las personas tienen ideas muy diferentes. Y vas a tener que investigar, leer, buscar y encontrar tu propia respuesta.
“Así es la vida entonces, maman?”
Me miras con tus ojos de sol en luna, achinados y llenos de brillo, me abrazas para mil años. Sonreímos los dos.
Quiero deletrear la ancha belleza de tu fuerza, la valentía de tu corazón, la hondura de tu sentir, la altura de tus deseos.
Quiero pintar el tiempo de nuestros instantes para que cuando crezcas y tu coraza se haga más fuerte para sobrevivir a este mundo de adultos, recuerdes, vuelvas a sentir cómo creciste siendo árbol robusto de oleajes marinos.
Quiero acariciar tu crin y tu mirada con mi abrazo ancestral y acompañar tus pasos para que seas tú, tú mismo en toda circunstancia.
Maman
#mujerdepalabra
#elpequeñogranmaestrodepalabrayacto
Las comillas pertenecen al Sensei Leandro, 4 años y ya más de un metro de aparente altura.
Arte: Rhed Fawell – ‘Strategically Placed’ – The Collageclub // Image from “Street Photograph” by Vivian Maier
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