Me levanto sin apuntar al alba, el vuelo me lleva a una isla donde mujeres de alma prendida deciden cada día reunirse para cambiar las cosas torcidas de este lugar que llamamos mundo.
Son llamas de luna en soles de ventanas. Abiertas las ventanas, encendidas las lumbres que transportan de corazón a corazón.
No solo iluminan el fuego en su hogar, transportan su fe de un mundo nuevo, de patas arriba a abajo -es lo propio- y así construyen bien enraizado un nuevo paisaje tan necesario.
Árboles avivados regalan el fruto de su trabajo cotidiano para que explotar no rime con explotación. Para que trabajo rime con dignidad. Para que los abusos se fundan y desaparezcan con el calor desprendido por sus ojos plantados en pupilas, manos en mano, percusión para desmantelar el olvido.
Las camareras de piso tienen una lucha organizada y si te parece que nada tiene que ver contigo, déjame que te cuente un poco, a ver si descubres en qué somos del mismo palo.
A veces, al despertar el “basta” la supuesta ausencia entre las paredes de la casa por reunirse entre hermanas junta las parejas, une las familias, otras, son también despido.
El hogar explota y la explosión interna repercute en separación, en divorcio al menos de lo establecido. La explotación puede traerse a la conciencia, el empoderamiento a la ósmosis sin sexo.
Dentro y fuera se juega el nuevo papel que se hace “yo, existo”. Las barreras se caen, barrer se hace poder y la boca antes sellada canta, grita, expresa las injusticias de este mundo nuestro.
Las Kellys son mujeres poderosas que recuerdan cómo juntarse y crecer. Recuerdan que existen espacios donde ser todas y todos, sin jerarquía ni pensamiento único.
Porque la lucha es piel de gallina hacia un tú a tú entre el empleador y el empleado, donde las reglas del juego son consenso y no sin sentido para las que limpian los aposentos de los más privilegiados.
Privilegios compartidos, somos todas y todos necesarias y necesarios. Todas y todos merecemos derecho sin revés. Habrá que decirlo más alto, ancho y hondo.
“Las habitaciones limpias, sí, soy camarera de piso. Mas tu esclava no seré con contratos precarios, falta de recursos y horarios que destruyen mi cuerpo. Si te pasas lo digo, si te pasas me rebelo, porque me respalda una organización donde me ayudan a que exista lo justo.”
Quieren seguir cuidándonos para unas vacaciones o viajes de trabajo de ensueño, pero observa el precio que pagan por no ser pagadas, cuidadas, reconocidas como lo merece su trabajo digno.
Todas y todos somos las Kellys que luchan por un mundo más honesto. La limpieza debería empezar en el corazón de quien vendió su alma al diablo por unos euros más en el banco. Ese capital destruye la salud, la estima, la vida de las trabajadoras y siguen los empresarios ganando.
No y no. Como consumidores y trabajadores tenemos la sartén por el mango. No creamos lo contrario. Yo me uno a las Kellys y te invito a que hagas lo mismo.
(Gracias a las Kellys de Lanzarote por abrirnos la puerta no solo de su sede, sino de su corazón y expresar con tanto empoderamiento y valor su cotidiano y su confianza en que las cosas no sólo deben sino que pueden cambiar. ¡Está ocurriendo!)
#mujerdepalabra
Arte: Lara Lars – Worker Women
Comentarios recientes