Esta mañana abro los ojos antes de tiempo.
Su voz delicada y amorosa timbra mi nombre en la oscuridad. Duerme un poco más, mon amour. Necesito soñar un poco más.
El frío aún muerde mi piel sin desperezar. La humedad ambiente me recuerda el sonido del mar que aún reposa en la ventana. Se escucha lejos ahora, como si fuera preciso que cerrara los ojos de nuevo y la mar me calmara y me arropara.
No pasa ningún coche por el paseo marítimo. Viajo hacia ti. Pienso en la ciudad donde a esta hora ya todo es estrepitoso, la noche prolongación del día no duerme ya maremoto de corbatas, puentes de escaparates del tiempo que se alargan hasta el viernes a lunes vista.
El frío dentro lame mi visión. La mar parece oír mis pensamientos y redobla sus tambores, ahora se escucha sonora; es increíble cómo siempre me abraza, mi mar, mi extensión de agua también salada. Me fundo de nuevo en negro.
Pero también tamborilea la vocecilla rompiendo de nuevo el sortilegio de la arena de los sueños. Todo apunta para que no descanse más en esta mañana de prusiano azul. Estar aquí sin estar, demediada entre deseo y efectividad, imploro a Morfeo un bis.
Duerme un poco más, mon amour. Necesito soñar un poco más.
Acurrucada entre los sonidos que andan aún de puntillas sobre el metrónomo del cobalto oleaje, husmeo el recuerdo del café compartido. Hoy me gustaría que me agradara el azúcar solo por tener el placer de volcar el delicado níveo néctar, endulzar mi mañana y escuchar el tintineo de la cucharilla en la taza caliente.
Campana anuncio de abrazo sin fin. Sí. Tan cerca.
Mi sonrisa abre sus ojos. Esta mañana aún por nacer escucho en silencio nuestra música en el humeante placer que se escapa sonoro de la cafetera. Falta poco. Todo me recuerda al rítmico aire de la letra que mi corazón late de dulce espera.
Fuera, las olas mecen sin descanso las líneas del reloj de arena que acaricia la orilla, cada vez más cerca, casi ya.
Arte: Caroline Gamon
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