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Hay historias que merecen la alegría, por sí mismas, en ellas contenida, por ella expandida.

Las demás hacen parte de un pasado ya borrado de contemplaciones donde la pena fue puerta hacia un glorioso y perseguido futuro. 

Mas, lacerar la trama para extraer mejor el jugo pospuesto volteó la cara. Me observa su juego que ahora me parece cruz: obsoleto, desvirtuado, cimientos de pólvora.

¿Serán las heridas antiguas las que crean el crear o será otra creencia en zapatos estrechos de caminar manco y ciego? 

No creo que lleguemos a convertirnos en algo que no fuimos ya. Más bien siento que transitamos del alumbramiento a la ceguera obligatoria y que con el despertar recordamos lo que fuimos antes de la máscara.

Somos instrumentos de viento, de cuerdas, tambores que afinan su latir con el corazón del mundo. Cada uno único, cada uno liderado por las mismas leyes de vibración y materia. Únicos en una misma paleta de música propia, de silencio, de palabra.

Si dejamos de mirar, el mundo sigue girando -aunque lo intuyamos del revés-. 

El mundo de otros, de pupilas dilatadas que ven sus miembros despedazados por una mina antipersona. También de estos otros, contemplativos del despertar de las flores en respeto de su entorno. Coexistimos caleidoscópicos.

Considerar que el fondo del mar no está siendo, no está vivo, porque no lo vemos, sería negar parte de nuestra propia agua, de la propia expresión de la belleza de la vida.

Mientras siento veo el paisaje en oasis que desfila, los matices de la naturaleza que se adapta a los elementos y al paso del humano. 

Siempre hay una delicia que observar a través del vaho de la ventana. El gris es también un en sí teñido de su propia tonalidad de posibles. Tan solo es preciso desvelar su óptimo matiz y su sabor se expande en dicha. 

Desde mi lado del mundo todo es tan sencillo. Sin engaño, vivo una burbuja de algodón tamizada.

Y… Pienso de nuevo en las bombas, en los exilios obligatorios, en el dólar de las ruinas, en los ojos de terror… mientras yo, disfruto del paisaje duende ante mis ojos que desfila. 

Las ideas van rodando y para poder expresar el grito de lo que se juega necesito sentir la sabia de la alegría y bailar la vida en mi única mirada en compartir exhalada. 

Desde este lugar privilegiado ¿es derecho o deber denunciar las desdichas del Dédalo del mundo? 

Brindo para que la expresión de la belleza pueda provocar un aleteo capaz de devolver la voz a quien vive amordazado. 

#mujerdepalabra
Arte: Julien Pacaud