A veces sin más vuelven los pájaros de las dichas y no hechas.
A veces, se despeinan las horas en busca de recuerdos que no nos pertenecen y se visten de luto las memorias de otros.
A veces, basta con dejar de sentir el peso de las largas horas pasadas y bailar una flor roja, de pétalos de aire hermana de hojas celestes.
A veces, el arte rescata sintagmas sin contar, detrás de redes que pudieron ser de nailon y fueron de piernas atadas a una tierra agujereada.
A veces, solo a veces, escupe vino el fuego de todos los que se van. Y brindan las gasolineras sus copas anchas de altos negros oros incendiando los pozos.
Siempre canta algún pájaro, siempre esculpe alguna mano un cuento en miniatura que regalar en el silencio de un reloj de arena.
Parten mitades, se comen limones y nadie entiende lo que es sino de lo que se pretende. No. Instantánea lanza de dardos sobre una mesa llena de migas.
Si no me corres, no me tienes, si no me tienes, no comes, si no comes me sueltas al aire de la muchedumbre o del uno en tres que soñaba de pie.
La rodilla anclada en toda la horizontalidad, el polvo en la cama, mordida la vida, la hiel se desvanece.
Mira cómo amanece mujer bajo influencia.
Todo cuanto nos contaron era digno de un guion sin moraleja y lo desayunamos, esperando diamantes que brotaban realidad de la más delicada piel de unos pezones duros, apuntando a toda la inmensidad. Dura la mujer que se pliega por la ventana.
No quise dividir el mundo en dos, no existe tal ecuación, ni química separada. Mas, por el campo abierto de los ojos del huracán, eléctricos y exquisitos los mecanismos se insertan en tierra fértil de vientres expuestos.
1001 vez quisiste contar tu historia, acribillada, 1002 te callaste por miedo a romper las alas de las otras mujeres que pariste de tu boca sellada.
Y hoy con tu edad anacarada me confiesas que tú también tuviste miedo y un dedo sin invitar penetró tu vagina aún solo tuya, hace, hace de eso más de veintinueve mil novecientos treinta días. Un dedo, me dices, un dedo de un hombre mucho más viejo, un dedo de un hombre sin nombre ni rostro, un solo dedo que transformó el candor de la confianza en miedo, el placer en polvo. Uno solo, vida, podría haber sido peor, me dices, me confiesas, podría haber sido peor, reiteras. Pude huir escaleras abajo hacia la conserje, dices. Ella tampoco me preguntó, dices.
Y 29.939 días y 4 horas después, frente a una diminuta taza de café, en las arrugas todas de tus manos mapa, sueltas, por fin, el secreto de no solo un dedo solo, mi todo en mujer querida, sueltas el peso de una vida de tabú porque por fin sientes que aquí puedes.
Evitar que sufra nadie de tu desgracia te hizo sentir que eras error, horror fue que lo sostuvieras sola setecientas dieciocho mil quinientas cuarenta horas. Los minutos a estas alturas se cuentan en toda la anchura de una eternidad.
#mujerdepalabra
#lahilanderadehistorias
Arte: Hannah Höch – Watched – 1925
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